11 ene 2012

Un domingo cualquiera : resaca de verdades (Primera parte)

El texto de esta entrada se escribió entre el 18 y el 27 de diciembre de 2011, siendo publicada el 11 de enero de 2012.

La una pasada. Me acabo de despertar pero no pienso moverme de la cama. Los domingos son el Día del Señor para unos y jornada de reflexión para otros. Sumergido en el nórdico, dejo asomar sólo los ojos, perdidos en la 'infinidad' de la pared de mi cuarto, pantalla de proyección de mis pensamientos. ¿De qué me sirvió salir ayer? Recorro mentalmente cada una de las discotecas que visité, las cosas que hice y cómo acabé haciendo el mismo camino de vuelta al tren, como cada fin de semana.

- Bueno, ¿nos vamos? Yo ya estoy algo cansado - digo.

Abandonamos el último lugar visitado, nuestra última parada siempre que salimos y a la que solemos acudir religiosamente en torno a las 4 de la mañana. Estamos en la puerta del pub, porque eso no merece llamarse discoteca, ni lo pretende. De calle Comedias, donde nos encontramos, a la Alameda, donde cojo el tren, hay un trecho importante. Empezamos a andar. Joder, hasta en Málaga hace frío en invierno a las 5-6 de la mañana. El resultado de las expediciones nocturnas por el centro de Málaga, al menos en el sector masculino, se mide en estos momentos, cuando el nivel de silencio del grupo dictamina la productividad de la jornada. Nuestro buen humor dice que ha estado bastante bien.


Calle de las Comedias

- Tío, ¿sabes cómo se llamaba la que me ha dado el número de teléfono? - pregunto .
- ¿Cómo? - replican mis dos amigos acompañando su interés de una sonrisa de complicidad.
- Zamcam - respondo mirando al que estaba algo al tanto de la historia - No, pero espera, ¿a que no sabes de qué trabaja?
- No - me contesta el francés, casi riéndose.
- M-a-e-s-t-r-a. Sí, sí. Ahí, haciendo daño.
- Jajajaja.
- Puf, me cago en su puta madre...

Pasamos al lado de la Iglesia de los Mártires, donde los 'acabaos' de cierta discoteca se sientan cabizbajos meditando sobre sus borracheras; con el mal de conciencia asomando por saber que, mientras sus padres duermen, ellos invierten el dinero en acabar potándolo en algún callejón malagueño - Sí, Málaga Capital Europea de la Cultura y tal y tal-.


Iglesia de los Mártires

- Pues estaba muy bien la tía, eh, me ha pedido el Messenger. - contraataca el francés.
- Claro, tío, molaba - intervengo para que se quede más tranquilo. Mentira, era un orco. Cuando uno está reventado y pensando en sus cosas pone el piloto automático de las respuestas cortas en ON y el sentido arácnido hace el resto: ¡sí, soltar frases coherentes a oídos de tu interlocutor aunque no te estés enterando de una mierda!

El frío me despierta de la sedación que supone una noche de juerga, me da dos tortas y me reinicia en modo 'cómete la olla, gilipollas'. No sólo eso, también tiene la propiedad de acentuar en mí la sensación de fracaso y devolverme a la realidad de mis miserias cotidianas. No debería haberla mencionado ni en broma.

Pensando en ella, se me agolparon en la cabeza varias cuestiones. 'Las personas vienen y van sin mirar atrás. Entran en tu vida, hacen aflorar en ti sentimientos y desaparecen con ellos con total impunidad', pienso. '¿Cómo puede la gente tener esa facilidad para desprenderse de aquél que un tiempo fue su amigo, su pareja, el germen de una posible relación ...?' No dejo de darle vueltas a que la mayoría no tiene ningún apego por nadie. Albergan en su interior espacios destinados al 'Amor' y a la 'Amistad' que necesitan llenar a toda costa. No les importa tanto la calidad como la cantidad, pecando muchas veces de un diogenismo sentimental con el que pretenden parecerse al resto de sus congéneres. Lo han conseguido. Bajando el listón de sus más profundos deseos tienen 'pareja' y amigos como cualquier persona normal. La falta de honestidad consigo mismos acaba cobrándose por víctimas a aquéllos que los rodean: mentiras, hipocresía, deslealtad, juego sucio, desprecio y desaparición. En su propio error de no saber elegir lo que realmente quieren, acaban castigando a los demás. Esa extraña lucha del ser humano por no tomar su propio camino. Ese pavor por estar haciendo algo que se sale de lo convencionalmente establecido.

Si el tarro que antes ocupaba la despensa del 'Amor', sobra, directamente se tira. Sin mirar atrás. Sin afecto ¿Por qué? ¿Acaso su afán por encontrar a alguien que llene cualquiera de aquellos cubículos les hace aceptarlos fácilmente, y tan fácil como son aceptados son rechazados? Busque, compare y si encuentra algo mejor, quédeselo. Gente de usar y tirar. No lo entiendo y nunca lo entenderé. Siempre me ha costado un mundo que me caiga bien alguien como para hacerme su amigo. Repito, a-m-i-g-o, que no contacto del Facebook. Soy honesto conmigo mismo para serlo también con los demás. No engaño, no me engaño. En el caso de las relaciones sentimentales, la cuestión se complica todavía más. La chica en cuestión tendrá que ser física y mentalmente atractiva; de mente abierta a otras culturas y otras ideas; justa; coherente; con un humor extraño, aquél desarrollado por observación de las pequeñas cosas, las debilidades de uno mismo y las de los demás. Capaz de entretejer las tan inevitables como necesarias conversaciones banales con el sabio hilo de la inteligencia de sus emociones. En definitiva, una chica a la que poder contemplar con admiración. Y con una mirada humana, muy humana ('sensilla', 'sinsera', que diría el frikazo de Salvador Raya) que transmita debilidad, que no flaqueza. Una señal de stop a aquéllas que van por ahí con una mirada cuasi robótica y que no sugieren nada. Luego, de cumplirse mis más estrictas premisas, ¿cómo iba a olvidarme de estas personas? ¿cómo iba a prescindir de su presencia en mi vida de la noche a la mañana?

Enlace a la Segunda Parte

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