Hace ya unos cuantos días, tuve conocimiento de un blog a través de una de sus entradas, publicadas en el muro de un grupo privado en Facebook, que trataba cuestiones de rabiosa actualidad surgidas en torno a ese inhibidor de la felicidad que es la crisis: la responsabilidad política, la tensión actual auguradora de futuros conflictos, la inherente honradez del trabajador... ¿El detonante? La inspiradora historia de un 'héroe' que decide apuntar con una pistola a la sien del líder de un partido político búlgaro. El texto, si a alguien le apetece, se encuentra tras este link. He considerado oportuno, pues refleja con mucha fidelidad mi postura al respecto, copiar aquí la réplica que dí a su texto (uso el nick 'suncoastbreaker'), el cual no es imprescindible leer para comprenderla.
Estoy totalmente de acuerdo contigo en que la situación es insostenible y yo, como muchos otros, sospechamos que un día pueda ocurrir lo que apuntas, que a algún desesperado le dé por cargarse a un político como castigo. ¿Condenaré ese acto? Desde el punto de vista humano, no a priori, desde la idiocia, totalmente. Porque, siendo sensatos, ¿alguien piensa que el asesinar a un político puede traer la paz y la armonía a este país, que nos convirtamos en una sociedad modelo en la que los valores y el respeto han permanecido oprimidos por los malvados políticos? Desde luego que no. Para empezar, los magnicidios que han desembocado en una revolución han estado alentados, siempre, por un grupo de poder. Y, cuando digo de poder, me refiero a una asociación de gente disfrazada de una falsa ideología, un engañabobos de las clases bajas, que escondía unos intereses, los mismos que los de a quienes querían derrocar: 'Quítate tú pa ponerme yo'. Y no es el caso que nos ocupa, puesto que no tenemos el respaldo de nadie si nos diese por derrocar - lo cual se me antoja impracticable - a los que ahora nos gobiernan, que no son otra cosa que el garante de que se satisfagan los intereses de ciertos grupos y países. En ese aspecto estamos vendidos y más nos vale que nadie cometa la estupidez de matar a ningún político porque sería la puntilla definitiva, la casta lo utilizaría para estigmatizarnos y seguir tomando medidas 'democráticas' con el comodín de señalarnos como a salvajes asesinos cada vez que mostráramos nuestros descontento. Muchísima gente sin personalidad hay que de seguro pasaría de pedir la cabeza de los políticos a albergar después un sentimiento de culpa.
Bailar al son de otros es lo que le gusta al español, que se lo den todo mascado, porque no pretenderá la gente hacernos creer que, de ser un movimiento puramente popular el que instaure un nuevo gobierno, en este país se iba a llegar a un consenso, ¿no? Con la de expertos de barra de bar que tenemos, con la de gente que vive todavía en el 36' y, sobre todo, con la clarísima costumbre de mirar, a toda costa, por el bienestar de ellos y sus familiares, ¿alguien espera un milagro? No, como si lo viera. En cuanto pusiesen el pie en el primer peldaño de la escalinata que condujese a sus 'honradas' poltronas, se les volverían los ojos y se les erizaría la piel con saber el mundo de posibilidades que se les abre(póngase la mano a la altura de la cintura y hágase un gesto flamenco, como de choricear). Y reafirmo mi postura en el inherente amiguismo del español, y consiguiente búsqueda del bienestar de los suyos, en que cuando aquí teníamos un 8% de paro, que en los países punteros de Europa es motivo de preocupación, aquí lo que le pasase al prójimo y el análisis concienzudo de la gestión política, al personal se la traía al pairo. Es decir, ande yo caliente y ríase la gente, que quien me gobierna se coma a los niños si quiere.
¿Qué te quiero decir con esto? Que aquí hay un problema de valores, no de identidades. El mismo cáncer puede estar en el político, que no, que no tiene sangre alienígena sino que se ha criado como el resto, y en el currela al que, por su condición, ya lo coronas como adalid de la honradez. Este es otro problema añadido, la asunción de la bondad por parte de los componentes de esa abstracción llamada Pueblo. Del que después, vaya por Dios, salen los políticos que nos gobiernan y no de un misterioso planeta del que han venido para destruir a los honrados hombres de bien. La honradez, supeditada a lo que madrugas, a lo destrozada que tienes la espalda por tus condiciones laborales, a lo que te cuesta llegar a fin de mes o a si a tu hijo le puedes comprar el Kinder Bueno. Y, claro, en estos tiempos de crisis todos somos honrados...
No lo reduzcamos todo al simplismo de 'político malo, trabajador honrado', de lo contrario no saldremos del bache jamás. Porque el problema en España es estructural y al microscópico el virus es cultural, añejo, tradicional y la cura no reside en otra cosa que en la reeducación.