8 may 2012

Las mujeres (Primera Parte)

El cuerpo me pide reordenar mis ideas, conformadas a lo largo de los años y de las experiencias vividas. No es ésta una celebración arrogante a mi supuesta madurez intelectual por haber cumplido los treinta; extraña coincidencia, sin embargo, el hacerlo justo ahora a tan significativa edad. El impulso irrefrenable por plasmar mi aprendizaje en este blog tiene por finalidad el constituir mi propio cuaderno de bitácora, al que acudir cuando vuelvan a asaltarme las recurrentes dudas que han hecho acto de presencia en mis relaciones con el sexo femenino. Al mismo tiempo, la considero una referencia muy válida para todos aquellos inexpertos en el asunto que buscan consejo para curarse en salud.

Espero que esto me sirva de una vez por todas para asumir tan absurda realidad y me permita aceptarla como una premisa de la que partir siempre ante eventuales encuentros con el sexo femenino. Una enseñanza con la que evitarme futuros malos tragos.

Resulta extraño, ya sea por mi carácter indeciso o por mi falta de confianza en mi mismo, siempre he tardado en tomar como verdad o ley lo que otros han hecho en tres o cuatro lecciones que les haya dado la vida en un asunto determinado. En este tema en concreto no iba a ser menos. Me cuesta hacer afirmaciones categóricas sobre la vida, en general, y sobre los comportamientos que atañen a cualquier colectivo, en particular. En definitiva, no me gustan las generalizaciones. Gran parte de ellas, a parte de su propia naturaleza irracional e injusta, suelen tener connotaciones negativas que restan posibilidades a la hora de relacionarse con los demás.

No obstante, la que voy a exponer a continuación es la única que he acabado aceptando ante los reiterados 'tropiezos' que he tenido con la misma jodida piedra. La postura que ahora defiendo no atenta contra la dignidad de las mujeres. 'Mi' TODAS PUTAS (TDS PTS de ahora en adelante) no conlleva el considerarlas como meros trozos de carne, al contrario, de ser así, tan simple dogma me simplificaría mucho la vida de ser yo un hombre que buscase únicamente el acostarse con ellas. Es decir, si mi única pretensión fuese sexual una regla tan favorable a este supuesto modo de pensar no debería haberme provocado los quebraderos de cabeza que he sufrido a lo largo de mi vida con las mujeres.

Esta afirmación tampoco me lleva a cuestionar sus capacidades y derechos, iguales a los de cualquier otra persona (me da vergüenza hasta tener que aclarlo). Desde que tengo uso de razón, no he hecho distinción alguna entre sexos. No me ha sido necesario aprender la 'consigna' de la igualdad entre géneros sino que desde la más tierna infancia la he asumido como algo natural, sin jamás plantearme siquiera la cuestión en sí. En otras palabras, sólo pretendo escanear a las mujeres desde la óptica de las relaciones y de mi propia experiencia.


El sexo y las mujeres: base 'científica'

De lo aprendido durante estos años destaco el saber que la mayoría de las mujeres, de partida, no quieren ser queridas sino deseadas; el deseo que nace del instinto carnal que despiertan en los hombres. Tienen la necesidad de satisfacer los impulsos primitivos de sus 'parejas', no tanto por hacer lo mismo con los suyos propios, sino por sentir que entre sus piernas el 'macho' está descargando toda su fuerza y adrenalina tras haber sucumbido al colorido plumaje de la fémina. Ella llena su ego y disfruta al saber que sus atributos - principalmente los físicos, por mucho que digan lo contrario - han provocado el delirio del hombre que ahora embiste resoplando entre sus piernas.

Mi visión particular no pretende constituir crítica alguna ante tal comportamiento. La pauta que tanto se repite entre ellas quizás sea una suerte de mecanismo del que se vale la naturaleza para asegurar nuestra perpetuación como especie. La pieza que encaja perfectamente con la conducta sexual masculina: el que tiene hambre y el que deja comer. Y, por supuesto, creo firmemente que encuentran placer en ello y que no se trata de un simple acto de anorgasmia vanidosa. Es decir, no estoy dando a entender una comparativa 'falsedad' vs 'espontáneidad' por parte de uno y otro sexo. A mi parecer, cada uno de ellos ha sido programado para encontrar el disfrute por distintas vías y, a priori, si ambos lo hacen respetando a la otra persona no lo considero malo en si mismo. Resulta muy curioso ver cómo la naturaleza ha dotado a ambos sexos de dos concepciones distintas del placer, aunque totalmente complementarias, para asegurarse nuestra supervivencia. Nosotros danzando al son de las pasiones, montando un tenderete de sentimientos para sentirnos especiales y todo ello no es otra cosa que la distracción de la que se sirve la naturaleza para acercarnos los unos a los otros, copular, reproducirnos y morir (hasta luego Lucas!). Es ésta una simple lectura pseudocientífica del fenómeno de la atracción sexual. Dejando claro que lo expuesto hace referencia a lo que teóricamente mueve a las mujeres en el seno de una atracción pura. Otra cosa son las innumerables combinaciones que se dan en la realidad en forma de folleteos, rolletes e incluso parejas en las que el acercamiento se produce por otros mecanismos y que, en mi opinión, ya constituyen una base endeble para el éxito de las mismas.

Es probable que su conducta orientada a satisfacer, inconscientemente, los deseos masculinos, sea un residuo del pasado en el que su subsistencia dependía directamente del sexo opuesto. El deseo del hombre por poseerlas era el reconocimiento oficial a sus virtudes físicas, que se recompensaban a base de protección - en el sentido más amplio de la palabra -. Hoy en día sentirse deseada tiene un trasfondo en el que se mezclan lo sexual y lo material de manera indisoluble, es el supuesto triunfo de la genética respecto al de las competidoras, es el saber que tienen un valor, a tasar por medio de los gastos asociados a futuras cenas, regalos, viajes,...lo que les dará una idea de hasta dónde puede llegar el macho por 'protegerlas' - guiño, guiño -. El paleolítico queda a la vuelta de la esquina.

Esto no imposibilita a las mujeres el llegar a querer a un hombre, aunque en los comienzos estoy completamente seguro de que su objetivo inicial no es precisamente ése, por mucho que se autoproclamen las abanderadas del amor.

Digamos que limpiando las relaciones actuales de charlas, viajes románticos, paseos, cenas con las familias,... en definitiva, todas las escenas cotidianas de una pareja, el esqueleto y sustento de toda relación tendrá que satisfacer, continuamente, la regla básica del deseo. Otra cosa es que, por varias circunstancias, la relación continue más allá de la defunción de la llama que la avivaba.

Enlace a la Segunda Parte