5 jun 2012

Las mujeres (Segunda Parte): La burbuja inmobiliaria, el sugerente símil

Las mujeres (Primera Parte)

Érase un país llamado España en el que, hasta cierto tiempo, el acceso a una vivienda estaba al alcance de casi cualquier trabajador; llevaba sus años, sin duda, aunque su adquisición no había alcanzado las cotas quiméricas que ostenta hoy en día. La gente se lanzó a comprar sin criterio, inflando los precios hasta niveles irreales para ciertos tipos de ellas.

Paralelamente, un fenómeno de similares características se gestaba en el mercado español de la carne. Los hombres, inspirados por internet y la tv, que proclamaban el libertinaje enmascarándolo bajo la libertad individual, junto con su innato instinto sexual, se lanzaron a la búsqueda de féminas con las que cumplir sus fantasías. El 'ladrillo', directa o indirectamente, alimentó el bolsillo de los españoles y con ello, entre otras cosas, sus posibilidades de explorar con éxito territorios frecuentados por aquellas mujeres más proclives al flirteo y al juego amoroso. Salidas nocturnas, pubs, cine, cenas...facilitaban el poder contactar con ellas. Sin duda, de entre la amalgama de gente joven destacaba una nueva especie que nunca antes había existido en este país: el paleta con recursos.

El dudoso gusto de los hombres en estos menesteres tenía por objetivo saciar su curiosidad sexual sin reparar, en muchos casos, en la calidad de las candidatas. El número de demandantes que se sumaban al carro de la lascivia aumentaba vertiginosamente, crecimiento auspiciado en algunos casos por el desprestigio que marcaba a aquéllos que no se sometían a la nueva moda de fornicar con asiduidad. Dicho finamente, si no follabas eras un mierdas.

Los sitios a los que concurrían las hembras no pudieron asimilar la avalancha de jóvenes atraidos por las historias que los folladores pro u ocasionales de sus círculos íntimos les relataban y que les impelían a cruzar la frontera al mundo real para dejar atrás madrugadas de fin de semana en las que degradaban su vista intentando atisbar un chumino o una teta entre tanta emisión codificada. Los Neo de Pornomatrix eran capaces de descifrar ese caótico 'código' de líneas negras y grises que se entrecruzaban y visualizar toda una escena digna de las grandes producciones pornográficas que adquiría aquella mítica cadena llamada Canal +. Los 'tstststsststts', 'wowowowoow', 'tstststtststs' en los que se convertían los diálogos no eran problema puesto que, a qué hombre le importa el hilo argumental de este género?! También los había menos sibaritas y más prácticos que recorrían las cadenas locales en busca de porno más de andar por casa. A finales de los 90 y principios de la siguiente década (Cómo cojones se escribiría? 00? Parece una cerveza chunga...) aquéllas no estaban para despilfarrar y tiraban de material de los 80 y, a lo sumo, de principios de los 90 en los que el rasurado y la escenografía cuidadas brillaban por su ausencia. En fin, que me enrollo.  El resultado fue el mismo que en el caso del boom inmobiliario: muchos pretendientes para un mismo objetivo. Y, como ya se sabe, la disponibilidad y lo solicitado que se encuentre el producto están íntimamente relacionados con su valor final, entendiendo como tal lo que nos va a costar conseguirlo y no una cuantificación pura acorde a sus virtudes; hablando en plata, lo que viene siendo la sobrevaloración de las mujeres.

La catástrofe para el género masculino estaba servida, cuando aquéllas que en otra época se hubiesen conformado con tener un noviete fiel, o ni eso, una vida dedicada al punto de cruz hasta su último aliento, comenzaron a disponer de una lista de candidatos de la cual podían escogerlos a su antojo - maldita sea! -. Si antes una  vivienda (mujer) pequeña (poco agraciada), mal hecha (fea) y en un barrio de no mucha categoría (sin brillantez intelectual y hasta con poca educación) estaba casi regalada (regalada) ahora se vendía como una bicoca en la que su valor de mercado había aumentado considerablemente. La reacción en cadena hizo todavía más inaccesibles las viviendas de calidad superior. Minipisos para casi todos, y gracias.

Los encuentros sexuales hombre-mujer pasaron a convertirse en una desenfrenada carrera, en una lista llena de nombres que tachar y a los que someter a recuento y exposición cuales trofeos en futuras reuniones de amigos. Las conversaciones de hombres pueden discurrir por derroteros mucho más intelectuales que los del balompié pero, sin duda, aquéllas con tintes sexuales (o erótico-festivas, como se empeñan muchos en decir en los últimos tiempos) son las que aunan originalidad, intriga, humor y hasta socarronería. No nos engañemos, el distintivo de éxito de un hombre a ojos de otros se mide, en últimas instancias, en el terreno sexual. Habiendo abandonado la lucha cuerpo a cuerpo de otros tiempos blandiendo una espada, la batalla de los egos masculinos se dirime con el invisible florete de la actividad sexual. Sutil, sin querer hacer sangre, pero queriendo marcar el punto en el marcador global con el que poder un día decir con la boca abierta 'pero si follo más que tú, chaval!'. Tanta presión conduce siempre a la desesperación, a las prisas por follar, redundando este comportamiento en la problemática del egómetro femenino que se dispara más todavía.

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