2 nov 2011

Zamcam (Cuarta Parte): La era post - Zamcam

Primer Parte
Segunda Parte
Tercera Parte

En cierto momento de la conversación de msn ella me dijo que nada, mejor no hablarnos más y que ya nos veríamos en Noviembre. Perfecto, ya me había jodido a pesar de que yo había intentado poner todos los medios que me pudiesen evitar cualquier sufrimiento.

Las primeras noches se me hicieron durísimas. Ahora he vuelto a recordar porqué en estas situaciones se dice que se tiene el corazón herido. Una angustia se concentraba alrededor de él durante horas todas las noches. Realmente, podía sentir un dolor físico. Me quedaba mirando la pared y me la imaginaba tranquilamente regalando sonrisas a aquéllos que se le acercaran, por no hablar de imaginarla acostándose con otro. Esta última visión tenía varios ingredientes que me torturaban: no tenerla, su rechazo y el no haber dispuesto del suficiente atractivo como para que ella sucumbiese sexualmente a mí. Evidentemente, el contacto se redujo todavía más, aunque se conectaba fugazmente. A decir verdad, me obsesioné un poco, conectándome a cualquier hora, algo que yo no había hecho nunca. Pretendía abarcar el mayor tiempo posible con la esperanza de coincidir con ella. Eso también dolía. Toda esta historia estaba rozando el mayor de los absurdos. La desazón se apoderaba de mí, sólo calmada al ver cómo aparecía su cartelito al conectarse.

Un sábado la llamé, puesto que, no habiéndole contestado en el msn porque me hallaba en la ducha, se había enfadado. Tenía ganas de oírla. No se puede comparar oír a una persona con leerla a través de una pantalla. Retomamos el tema y le hice una pregunta clave que, aunque lo interpretó así, no tenía nada de ultimátum sino que pretendía probarle que el no vernos ni en su ciudad ni en Málaga nos conduciría, irremediablemente, a un contacto cada vez menor. '¿Zamcam, tú me esperarías hasta Noviembre?' Se indignó, me dijo que a esa pregunta no podría responderle afirmativamente ni a un novio, ni a su madre, ni a nadie. Estoy tecleando y me río irónica a la par que tristemente. Eso me daba la razón totalmente y no era ningún consuelo. Es decir, si ni ella misma sabía si podría mantener la ilusión por mí hasta noviembre,¿por qué no intentaba verme antes? ¿No era ése el combustible que reavivaría lo que un día hubo? ¿No estaba interesada en, valga la redundancia, renovar su interés por mí? De lo contrario, ¿no era evidente que ya no quería nada conmigo? ¿por qué no me mostró algo de aprecio diciéndome las cosas de forma meridiana y librándome de su recuerdo para una eventual recuperación más rápida y sin rencores? Es que estaba claro y yo sólo esperaba que me dijese humildemente que, a lo mejor, esto no iba a nada y que por eso no quiso verme en ninguna de las ocasiones. Pero no, se puso a la defensiva y todo lo que le decía le molestaba y lo replicaba de manera agresiva. Aún con este panorama, me fui contento ese sábado noche al centro de Málaga. Había vuelto a hablar con ella. Se había convertido en la droga que, en pequeñas dosis, me reactivaba y me animaba. Pero a la euforia inicial le siguió el bajón ante la realidad de nuestra conversación. Conforme pasa el tiempo empieza el análisis objetivo y cuanto más analizas más te das cuenta de que lo que has escuchado no te ha sido favorable. Al bajarme del tren que me dejaba en el centro ya tenía el bajón instalado en todo mi cuerpo. No obstante, fue encontrarme con mi amigo francés, empezar a hablar de nuestras cosas y suavizarse mi estado. Se unieron tres amigos más, dos chicos y una chica. Tenía una noche con labia, una más, y hablé con unas cuantas mujeres. No tenía ganas de nada y cuanto más hablaba con ellas más me daba cuenta de que no se acercaban a Zamcam ni por asomo. Aún peor, jamás encontraría a otra que se le pareciera. Necesitaba algo, algo que me curase el dolor y me subiese el ego, y lo encontré en una chica que me había mirado en distintas ocasiones. Tenía 30 años (al despedirnos, más adelante, me confesó tener 35) y como vivía por Playamar la convencí para que me llevara a mi casa. La tía estaba bien, pero no me gustaba. Por pura inercia y siguiendo los postulados de los follacas - 'Un clavo saca otro clavo' - me acosté con ella, pasándome por el forro mis normas de conducta. No recuerdo peor experiencia. En el momento me dio igual pero al día siguiente me quería morir. Estaba decepcionado conmigo mismo por violar mis principios y porque el remedio no había surtido efecto, peor aún, me hizo darme cuenta de que estaba totalmente colado por Zamcam.

Mi mejor amigo ya andaba por aquí y como le encantan las discotecas sabía que tendría la mente ocupada saliendo con él por las noches. Por las tardes, sin embargo, me conectaba sin excepción. Ella nunca aparecía, hasta que lo hizo un día. Lo único reseñable es que al confesarle mis sentimientos con un 'me has jodido' me respondió con un 'lo siento', frase que volvió a emplear al despedirse: ' y repito, lo siento si te he jodido'. Eso era todo. Lo sentía. Ahí tenía mi medalla de madera. Yo había desarrollado un plan preventivo para salir intacto de movidas amorosas y ante la herida provocada por ella misma, tirita y adiós. Había puesto todos los medios para no sufrir y en todas las ocasiones le advertí de que era con ese fin: intenté cortar contacto antes de que volviera a Málaga, intenté cortar contacto antes de que regresara a su ciudad de residencia, quise pasar de ella cuando me respondió con aquel mensaje soso, o cuando le dije por primera vez que mejor dejarlo tras su negativa a verme y, lo más importante, intenté que todo se hiciera bajo las normas de la sinceridad, que aportarían claridad a lo que pensábamos del devenir de los acontecimientos.

Durante las tres semanas que estuvo mi amigo, salimos, prácticamente, todas las noches. Era excesivo y hasta estaba desarrollando estrés, lo que no quitaba que al llegar a casa pensara nuevamente en Zamcam. Era inevitable. Daba igual si me metía en la cama a las 6 de la mañana o las 3, las dos horas dando vueltas entre las sábanas no me las quitaba nadie. Cuando las cosas no han sido convenientemente aclaradas no queda otra que hacer cábalas. La mente se convierte en un gran laberinto con muchos caminos pero sólo uno conduce a la salida. Cada vez intentaba ver la historia desde un determinado punto de vista. Aglutinando la información de la que disponía, trazaba un nuevo camino dentro del laberinto. A veces, no encontraba la salida, la respuesta terminaba en un muro - 'tío, no le gustas y no ha querido decírtelo claramente' - y a eso le seguía la amargura. Otras veces, analizaba la situación y el camino parecía conducir a la salida del laberinto - 'a lo mejor viene en Noviembre y retomamos las cosas' -. La situación podía tener solución y, entonces, me encontraba mejor. A medida que pasaban los días y visto el escasísimo contacto con Zamcam, en el laberinto no me encontraba más que muros. Cómo duele. Tomé la decisión antinatural en su día de no querer empezar nada con ella a pesar de que me fascinaba. Fruto de las experiencias pasadas, prefería no sufrir antes que arriesgarme... y no sólo eso sino que prefería guardar un grato recuerdo de una bonita historia de Verano al lado de una persona que yo creía excepcional.

No me había equivocado en su día, Zamcam apenas tenía ya contacto conmigo. Me estaba dando la razón sin confirmármelo y, como toda mujer, jamás lo hará. ¿No era esta la prueba de que no le gustaba ya? No me quiero ni imaginar si yo hubiese obviado el que no quisiese quedar conmigo y hubiese decidido intentarlo hasta Noviembre. Madre mía, se hubiese sentido obligada a tener contacto sí o sí. Por no hablar de los tíos, que la acecharían ...y ella más de dos meses sin sexo iba a aguantar? Ni de coña, en estos tiempos la abstinencia sexual de las mujeres no se prolonga más de un mes, salvo rarísimas excepciones. Hizo la clásica jugada femenina. Te digo que me gustas, te hecho la culpa, te mareo y más, pero jamás te daré las verdaderas razones. Te agotan y después la ley del silencio y su desaparición hacen el resto. Dejan que te estrujes el cerebro, que te dice que todas las señales te dan la razón a ti a pesar de que ellas te hayan dicho lo contrario. Gran dilema: ¿creo a mi cerebrito o a una mujer que siempre ha parecido tener principios y palabra? Ellas no están ahí, dejan que te comas el tarro tu sólo y, que con el tiempo, asumas que te mintieron; o lo asumas, y punto. Jugada maestra. A ver quién les vuelve al cabo del tiempo para reprocharles nada. Primero, a ver si te dan la razón y,  segundo, que no te tachen de loco diciéndote 'pero si ha pasado un montón, ¿cómo me vienes con esas?'.

Son las 4:52 del 1/11/2011. Sé que no me queda más remedio que eliminar todo contacto con ella. Ya había borrado sus mensajes y su móvil, por este orden, puesto que si primero borraba su nombre de la agenda aquéllos mostrarían el número de Zamcam y corría el riesgo de que al ir borrándolos memorizase el número y no lo olvidase nunca; arma muy peligrosa que ante un día de buenos ánimos podría hacerme caer en la tentación de llamarla. La he eliminado del Facebook para no ver sus fotos y tampoco la tengo ya en el MSN. El día en el que se rinde homenaje a los muertos yo he hecho lo propio con lo que queda de Zamcam, reducida ya a al mundo virtual. Sabía que escribir todo lo que pasó sería una experiencia catártica para mí: he sonreído y me he entristecido al recorrer nuevamente mis recuerdos con ella. Ahora que leo esta historia como un lector más, puedo decir, tranquila y objetivamente, que todo ha acabado.

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